No todos los ciudadanos saben identificar las diferencias entre izquierda y derecha pero sí saben diferenciar claramente a un gobierno corrupto.
Sin ninguna duda, el próximo gobierno será de izquierda. Cabe señalar que aunque ambos partidos son del mismo espectro político (la socialdemocracia), no son la misma izquierda. Históricamente, la UNE ha tenido alianzas, en lo electoral y en el congreso, con el empresariado y algunos sectores del cristianismo, lo cual la hace, por decirlo de alguna manera, “más conservadora”.
Por otro lado, el Movimiento Semilla, ha sido frontal con la crítica al sector empresarial, se han mostrado laicos en el congreso, sin embargo, en su plan de gobierno afirman que el documento final fue diseñado tomando en cuenta a todos los sectores, incluyendo líderes religiosos. Se identifican más con la izquierda progresista.
Haciendo un parteaguas desde la firma de la paz en 1992, la derecha guatemalteca ha gobernado, con excepción de la administración de Álvaro Colom de la UNE (2008-2012). La derecha ha tenido casi tres décadas para construir un proyecto político de nación pero lo que ha ocurrido es lo contrario, una fragmentación de los partidos, una desconfianza en las instituciones del estado y un desprestigio de la clase política. Gobiernos opacos que en lo único que han podido ponerse de acuerdo es en generar alianzas que favorecen a los grupos de poder, sus propios intereses y los de sus financistas.
Ni la derecha radical, ni la derecha moderada, ni la derecha religiosa, ninguna de las tres fuerzas políticas ha sido capaz de reducir significativamente la desigualdad y la violencia, más bien, se ha derrochado el presupuesto en mesas técnicas infructuosas, ha aumentado la burocracia y se ha generado más deuda.
La derecha botó a quienes les han premiado con su voto durante décadas. Gobernaron de lejos, sobre el pueblo, no con y para el pueblo. Prueba de ello es que los indicadores de impunidad, desempleo, falta de acceso a servicios básicos, pobreza extrema, desnutrición e inseguridad oscilan entre los más altos de la región.
Cuando las cosas no salen como se espera es predecible que se buscarán culpables, si estás inconforme con el resultado de las elecciones e intentas descargar frustración y enojo con los votantes de la UNE o del Movimiento Semilla, estás dirigiéndote a donde no es. No gana una elección el que más fuerte grita, sino el que más votos acumula. En esta ocasión fue la izquierda quien mejor articuló el hartazgo de la sociedad por un cambio, capitalizándolo en votos, así funciona la democracia.
El voto nulo sumó casi un millón en las urnas y los partidos de los últimos dos gobiernos desaparecieron, pues no llegaron a lo mínimo en esta y la anterior elección. Los hechos son claros.
Como en otros países de Latinoamérica, la población ha decidido girar, de la derecha a la izquierda. Es cierto que no todos los ciudadanos saben identificar las diferencias entre los espectros políticos pero sí saben diferenciar claramente a un gobierno corrupto que ha volteado la espalda principalmente a los más vulnerables. Es vital entender que la corrupción no es exclusiva de derechas o izquierdas, es ambidiestra.
Hoy, la derecha intentará revertir el fracaso, no solo electoral sino también institucional, acusando de comunistas y promotores de la agenda 2030 a los partidos que se enfrentarán en la segunda vuelta.
La mayoría de partidos de derecha presentó como candidatos a la presidencia a impresentables, aliados con ex convictos, con vínculos con el narco, obstructores de la justicia, que dicen proteger a la familia pero los divorcios por conveniencia y la inmoralidad sexual están a todas luces. Sumado a que aparecen seis meses antes del llamado a elecciones. Resulta penoso que lo que no se defendió como adultos se intente defender haciendo berrinches como niños.
La derecha articula un discurso que denota pavor al globalismo, pero las elecciones son solo la punta del iceberg, las agendas progresistas no ingresan desde arriba hacia abajo, sino al contrario, desde abajo hacia arriba y lo vienen haciendo así, al menos, una década atrás. Ingresan silenciosamente por los medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales, el entretenimiento, los deportistas, los artistas, las universidades, la educación pública y las iglesias. Se apropian paulatinamente de la cultura y producto de esto son los resultados electorales.
La derecha guatemalteca aún está somnolienta, sigue en su letargo. Mañana despertará despabilada queriendo corregir el rumbo, lo que no se hizo en casi 30 años lo querrá hacer en 30 días.
Lee también:
La izquierda que gobernará en Guatemala, un enfoque publicitario.